Jugando con Dalí
- Sofia & Pep Blay
- 25 nov 2018
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 23 ene 2019
Dalí es un artista que pinta fantasía: elefantes con patas de insecto, relojes que se funden, panes y baguets... e inventa obras para jugar! Por eso me lo paso tan bien en el Teatro-Museo Dalí de Figueres. Y está cerca del Museo del Juguete!

Escuchad a Sofia y a su papá Pep hablando de esta experiencia en el programa de radio infantil ICATKIDS en Icat FM-Catalunya Ràdio. Sábados y domingos de 10 a 11h, sección EN MARXA PAPES
Hay una frase que suelen decir mis padres cuando algo parece imposible: "eso es surrealista". Como si sólo pudiera ocurrir en un sueño. A mi no me parece tan extraño lo que soñamos. Ni tampoco lo que se inventa mi imaginación o lo que leo en los cuentos, lo que veo en las películas o todo lo que dibujo. Para mi, la fantasía forma parte de mi realidad, de mi día a día. Por eso me fascina el Teatro-Museo Dalí.

Fuimos en domingo, porque así podríamos ir toda la familia. Además de mis padres se apuntó mi tete Roc, que ya tiene 17 años! Pocas veces coincidimos en gustos, y el Museo Dalí es de los pocos sitios donde los cuatro tenemos motivos para disfrutar. Yo estaba tan contenta... en ruta hacia Figueres!
En el coche escuchamos la divertida Costa Brava, de Garoina XL, un grupo en el que está Mazoni. También un remix de esta canción que se llama Ron cremat step remix y que hizo Guillamino, que es el presentador de nuestro programa ICATKIDS. Mola! Según papá, es una canción que escribió el secretario de Dalí, Enric Sabater, por encargo de un gobernador que quería promocionar la Costa Brava. El grupo se llama Garoina porque a Dalí le encantaba comer "garoines", que es como le llaman en el Empordà a los erizos de mar.
La entrada al Museo Dalí es gratuita hasta los 8 años. La visita dura un par de horas. Hay guías especializados para grupos escolares que ofrecen una hora muy entretenida y surrealista!
En el primer momento de llegar al Museo ya me sorprendí. El edificio tiene torres, y en la cima de las torres vi unos huevos de gallina gigantes, y por toda la pared había panes enganchados! Panes esculpidos como si fueran estatuas! A mi me parecía el rockódromo de un panadero, y me apetecía escalarlo!

También había panes en la fachada principal, pero eran baguettes. Las llevaban las estatuas sobre la cabeza! Y del balcón salía un buzo con una escafandra.
En la puerta de acceso nos esperaba Anna, que es una guía de los servicios educativos. Llevaba un sombrero de copa negra con cajoncitos, y me dijo que después me explicaría por qué. Me cogió de la mano, y nos acompañó a la sala central del Museo.

Frente a nosotros había un cuadro gigante, que ocupaba toda una pared. Nos dijo que era un decorado que hizo Dalí para una obra de teatro, y que por eso tiene cortinas rojas a su alrededor, como si fuera un telón. Entonces me pidió que observase alrededor para darme cuenta de que el edificio era antiguamente un teatro.
Dalí diseñó su museo en el viejo Teatro de Figueres!
Anna nos propuso sentarnos en el suelo para enseñarnos un libro de fotos de los bigotes de Dalí. Se le reconoce en todo el mundo por ese bigote tan especial! Entonces descubrí que se lo peinaba de mil y una formas, y lo que más le gustaba era mojárselos con miel para que se acercaran las moscas. Era su animal preferido!

Anna nos hizo mirar la cúpula gigante que teníamos encima y entendimos que era un ojo de mosca! Si nos detenemos a mirar el Museo Dalí desde dentro, estamos dentro de una mosca gigante! De pronto, Anna abrió un cajón de su sombrero de copa, y sacó... una mosca! La enganchó en el sombrero y dijo que durante la visita aparecerían más objetos. Qué chulo!
Anna me explicó que, según Dalí, todos tenemos cajones. Y en cada uno guardamos un sentimiento, un recuerdo, o algo importante para nosotros. A mi aquella mosca me recordó la canción Mosques i mosquits que canta mi vecina Txell Sust, con Toni Xuclà. Papá dice que es un poema muy chulo del escritor Pere IV. Tiene el ritmo del vuelo de las moscas!

"Puedo ir al otro lado del cristal?", pregunté a Anna. Claro que sí, me respondió. Me moría de ganas de ver de cerca un coche de verdad que hay aparcado en medio del museo, como una estatua. ¿Por dónde debió entrar allí?
Anna me enseñó una foto donde se veía una grúa que subía y bajaba el Rolls Royce desde el cielo. Frente al coche había una máquina para poner un euro.
Tiré la moneda y de pronto, se encienderon las luces del interior del coche. Llovía dentro. Anna me sugirió que mirase el suelo, bajo las ruedas: estaba lleno de mejillones. Y después que mirase al cielo: una barca colgaba y goteaba. Entonces imaginé que estábamos bajo el agua. Y vi en la pared monstruos marinos con cajones, y una fuente, abrí el grifo y me mojé. Y entendí por qué en el balcón de la fachada había un buzo con escafandra. Y es que el Teatro-Museo Dalí está hundido en el océano!
El Museu Dalí no resulta extraño para los niños: surrealismo es fantasía. Como si entramos en un sueño. Y como podemos interactuar con las obras y hay efectos ópticos, es divertido!
Nos volvimos a detener frente a una pintura que había que mirar con telescopio. De normal yo veía una chica desnuda mirando el mar, y unos cuadrados. Sin embargo, a través de las lentes, se convertía en el retrato de un señor que había sido presidente de los Estados Unidos: Lincoln.
Me fascinó, Dalí había hecho dos cuadros en uno solo! Le gustaba mucho jugar con los efectos ópticos, y había por todo el Museo. Era muy divertido porque te plantabas ante las pinturas y cambiaban según las mirabas de una manera u otra.
La obra de arte que más me flipó fue una habitación que parecía de verdad una casa.
Había un sofá, una chimenea, unos cuadros y unas cortinas. Pero cuando subí por unas escaleras adosadas a la pared, y mire desde arriba a través de un cristal, vi la cara de una mujer, una actriz que se llamaba May West. No me lo podía creer! Y también descubrí que había un dormitorio secreto y un lavabo colgando del techo.
Fue un no parar de sorpresas. Después me cautivó la sala de los tesoros, que Dalí diseñó de terciopelo rojo para que pareciese que estábamos dentro de un joyero. El cuadro más importante era un dibujo de un pan, y dentro de una urna de cristal había un pan esculpido en oro! Según Dalí, el pan era lo más importante de la vida.
También me sorprendió saber que estaba caminando sobre la tumba del pintor. Lo enterreraron allí mismo! Y me gustó una habitación con una cama muy original donde Anna me explicó cosas de Gala, la mujer Dalí amaba y que la pintóen tantos cuadros. Había un tapiz con relojes blandos, que se fundían como el queso. Eran chulísimos!
Todo esto lo disfruté de una manera muy especial gracias a Anna, mi guía. Podría haber estado horas con ella y sus explicaciones! Ahora sé que me encanta el surrealismo!
El Museo de los Juguetes se complementa con el Museo Dali, incluye juguetes de cuando Dalí era niño. Pero a los niños nos conviene separar la visita con una comida o un buen descanso
Necesité un buen rato para digerir la visita al Museo Dalí. Mis papás querían ir paseando directamente al Museo de los Juguetes, porque cerraba al mediodío, ya que era domingo. Pero yo necesitaba un stop. Tenía hambre, quería jugar con mi tete y disfrutar de estar en familia.
Entonces mis padres decidieron hacer un brunch, que en inglés significa una comida a media mañana. Y cuando llegamos al Museo de los Juguetes, sólo nos quedaba una hora para visitarlo. Papá aseguró que otro día vendríamos en sábado o cambiaríamos el orden de visita, porque dos museos para mi en una sola mañana es demasiado!
El primer juguete que vi dentro del Museo fue una Torre Eiffel hecha con más de 9000 piezas de mecano. No sé si cabría en mi habitación! Y por el hueco de la escalera colgaba un osito equilibrista que se llamaba Ernest. Entré en la primera sala a través de un decordado de teatro y allí dentro me volví loca. De tantos juguetes, no sabía donde parar a mirar!
Había vitrinas dedicadas a muñecas, bicicletas, juegos de calle... Junto a algunos juguetes había fotos en blanco y negro con niños que jugaban hace muchos años, cuando ni mis papás habían nacido. Como dice la canción de la Orquesta Fireluche que tanto me gusta, del disco "Tants caps tants joguets" (Tantas cabezas tantos juguetes), estaba lleno de Pirates de l'habitació!
El tete Roc también flipaba, porque vio la Game y otras máquinas de videojuegos que había tenido de pequeño y que ya estaban expuestas en el Museo porque eran viejas. Ya no funcionaban porque no se fabrican las piezas. En cambio, pudimos jugar a un 3 en Raya de los romanos, de hace más de 2000 años! Hay juegos que no pasan de moda!
La verdad es que me habría gustado tocar y probar más juegos, no sólo mirarlos. Papá estaba de acuerdo, decía que yo entendería mejor cómo se lo pasaban de bien los niños de antes. Uno de los momentos que disfruté más fue en un pasillo donde podía jugar a encontrar objetos escondidos entre una multitud de dados.
Tomé muchas ideas para la carta a los Reyes Magos. Por ejemplo, un mecano para construir inventos. O un tren eléctrico que diera vueltas por toda la casa. O una caja de trucos de magia. Aunque si me tuviera que quedar con una sola cosa, sería una casita de muñecas antiguas. las del Museo eran enorme, preciosas! Me caía la baba!
Lo que más me fascinó fueron las casitas de muñecas antiguas. Aunque me quedé con ganas de probar juguetes, había muchos para mirar y muy pocos para interactuar
Al final de la visita, descubrí un juguete muy especial: el osito Marquina. No me apasionaba el peluche, pero supe que era de Dalí. había fotos suyas de cuando era un niño. Entonces entendí que de mayor Dalí pintaba como un juego, con la imaginación de un niño.
I aún había otro personaje para fijarme: Pascal Comelade, que es amigo de mis papás. Un músico que se ha pasado la vida haciendo conciertos con instrumentos de juguete, tocándolos como si fuesen instrumentos de adultos. La música que se oye de fondo en el Museo es suya! El también es surrealista, como Dalí! Junto a mi papá hizo un espectáculo llamado Dalí Canta!
Así que yo también quería ser surrealista. Y cuando volví a casa, me puse a hacer manualidades surrealistas. Y creé mis mascotas únicas e irrepetibles: el Batocá (una mezcla de ballena, tortuga y caballo) i el Pacasí (mariposa, camaleón y cisne). Y decidí que este último tendría este nombre porque siempre que le preguntaba algo, respondía "pacasí", que quiere decir "porque sí". Es que mola tanto ser artista!

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